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domingo, 23 de febrero de 2020

Fábrica de Santa Clara (1941)






El nacimiento del Grupo de Empresas Álvarez se produjo en 1929 en el centro de Vigo como una fábrica de cerámica y vidrio, pero sus antecedentes se remontan a 1922, año en el que nace en el barrio vigués de Casablanca la sociedad Álvarez y Rey S.L., promovida por Manuel Álvarez, Manuel Rey y Moisés Álvarez y dedicada a la fabricación de artículos para decoración.


Manuel Álvarez era natural de Ourense. En 1917 emigró a Sudamérica donde conoció a Clara O´Farril, cubana de nacimiento y con la que contrae matrimonio. En 1922 viaja a Vigo y emprende su aventura empresarial.


Pero cinco años más tarde y después de orientar la empresa a la comercialización de artículos de cristal, porcelana y loza, Manuel Rey la abandona y la sociedad limitada se disuelve. Así, nace en 1927 Manuel Álvarez e Hijos S.L. (MAHSA), con un capital social de 700.000 pesetas y que constituyó el primer embrión de lo que posteriormente sería GEA.

Pero el que convertiría a esta pequeña empresa en el primer grupo cerámico de España sería el hijo del fundador de Gea, Moisés Álvarez O´Farril.


Nacido en Cuba, desde muy pequeño demostró una gran inquietud por los temas cerámicos. Por ese motivo fue enviado a una de las empresas alemanas más características del sector como aprendiz, donde recibió la información necesaria del sector.


En 1938 Manuel Álvarez compró unos terrenos en Cabral para trasladar la industria y ampliar las instalaciones, ya que las del barrio de Casablanca se habían quedado pequeñas.


En 1941 comienza la actividad en Cabral con las fábricas de Santa Clara y Vanosa. La primera se dedicaba a la fabricación de porcelana y la segunda a la fabricación de envases de vidrio. Esto supuso una auténtica revolución social y económica para los vecinos de los barrios de Cabral y Lavadores.


La industria va creciendo y en 1948 se construyen otras dos fábricas, Royal China (que fabricaría vitrocerámicas) y Casablanca. Las buenas relaciones que tenía Moisés Álvarez con el régimen franquista y la apertura internacional de España hacen que la empresa viva sus mejores momentos. Para hacer frente a esta demanda Moisés Álvarez moderniza sus instalaciones importando equipos y maquinaria.


En 1958 el grupo tenía 21 establecimientos de venta por toda España y en 1963 ese cifra se aumentaría en 34. La empresa no tenía competidoras y crecía sin cesar.

En 1961 se inaugura la fábrica Alfares de Ponte Sampaio (Pontesa), en Arcade, para la elaboración de loza. Fue una de las fábricas más modernas del momento. Estaba completamente electrificada y fue de las primeras en incorporar la automatización al proceso industrial.


A partir de 1962 comienza la época de mayor bonanza empresarial de GEA. Las fábricas de Vigo y Pontesa trabajan a pleno rendimiento. La empresa tenía una facturación de 5.000 millones de las antiguas pesetas y una plantilla de más de 5.000 empleados.

En 1964 se inaugura la fábrica de calcomanías cerámicas (cromos) Povisa en Vigo. Cuatro años después abre Vanosa, que fabrica cristal, y en 1969 abre Moahsa, que se dedica a la elaboración de loza para hostelería, en Coruxo (Vigo). Además la empresa tenía en Porriño una fábrica de sanitarios y una de loza en Santander.

La competencia de otras empresas del sector y la bajada de los pedidos hacen que la empresa fuera perdiendo competitividad y cuota de mercado. La empresa decide acometer un ajuste de los gastos.


En 1975 fallece Moisés Álvarez y GEA queda en manos de sus hijos Manuel y Antonio. Ambos llevaron la empresa a la ruina. Por aquel entonces disponía de unos 3.500 empleados.


Así, en 1976, el Instituto Nacional de Industria (INI) se hizo cargo de GEA. Las primeras valoraciones que se hacen de la empresa es que fabrica productos de calidad pero está pésimamente gestionada.


En 1978 el INI reducía la plantilla a 2.985 personas y en 1979 las pérdidas de la empresa habían ascendido a más de 1.334 millones de pesetas.


En 1989 la cifra de empleados había bajado hasta las 1.718 personas, deshaciéndose de gente muy cualificada y experimentada.


En 1990, el INI y el comité de empresa negociaron un plan de viabilidad en el que se fijaban importantes inversiones para innoviación tecnológica (con una dotación de hornos de tecnología puntera) y una reducción del personal, mediante jubilaciones y bajas anticipadas, de los 1.718 obreros de los que disponía por entonces la empresa a 1.025. En concreto, INI, a través de Initec, gastó 12.500 millones de pesetas y dejó un saldo de 1.077 millones en el Banco Exterior de España (BEIX).


Pero sin haber transcurrido un año de la puesta en marcha del plan de viabilidad, el INI anunció la intención de privatizar GEA vendiéndola al holding valenciano Estudesa.


Estudesa era un grupo valenciano propiedad de Vicente Mata Román y los hermanos Mariano y Francisco Jiménez Ambel. Se había constituido en 1986. Un año después adquirió el grupo Invertécnica, que poseía tres sociedades del antiguo grupo de Rumasa (Pickman, Herraiz e Hispamosa). La gestión de Estudesa fue muy conflictiva y desencadenó que pronto se deshiciera de Herraiz e Hispamosa.


Esta habilidad para hacerse con empresas del imperio Rumasa y luego revenderlas o llevarlas a la quiebra puso en alerta a los trabajadores de GEA. Incluso el BEIX había denegado un crédito a Estudesa de 50 millones meses antes de hacerse con GEA.

Esto llevó a los trabajadores de GEA a realizar duras protestas contra los planes de venta del INI. Hicieron una huelga en junio de 1991 y pararon el tráfico aéreo en el aeropuerto de Peinador. Sin embargo en octubre de ese mismo año el INI, haciendo oidos sordos, vendió el 90% de GEA a Estudesa. Se llegó a denunciar que el INI había manipulado informes que desaconsejaban la venta. También se criticaron las condiciones que se establecieron para la privatización de la empresa. el INE realizó un saneamiento previo de la empresa dejando un depósito de 840 millones en el BEX para que los nuevos dueños cubriesen las pérdidas inmediatas. El precio de venta además se fijó en 100 millones de pesetas.

Una semana después de formalizarse la venta, GEA libró tres talones por 100 millones de pesetas para Pickman, sociedad anónima constituida por los mismos socios de Estudesa.


El 31 de diciembre de 1992 el 10% de las acciones de la empresa que pertenecían al INI también son vendidas a Estudesa. En ese momento pasa a ser presidente de GEA Vicente Mata. Sin embargo, en 1993, por presuntas diferencias con sus socios y con una indemnización de 300 millones de pesetas, dimite del cargo, pasando íntegramente la empresa a los hermanos Mariano y Francisco Jiménez Ambel.


El grupo cerámico vigués acumuló un pasivo de 12.000 millones de pesetas. Se produjeron regulaciones temporales, reducciones de personal, prejubilaciones, problemas de pagos, mobilizaciones laborales,... Los sindicatos detectan un vacío en la gestión de la empresa y exigieron en 1994 a la Xunta que interviniera y arbitrara la situación de GEA.


Por el camino, en 1993, los hermanos Ambell separaron la empresa Vanosa del grupo GEA y solicitaron al BEX un crédito de 450 millones de pesetas. Según una auditoría encargada por la Xunta ese dinero ni se devolvió ni se ingresó en GEA. La Asociación de Afectados de GEA denunció el hecho a la Fiscalía de la Audiencia Provincial de Pontevedra, y es uno de los delitos por los que se imputó a los compradores del grupo cerámico.


Como los hermanos Ambell no pagaron el crédito el banco de hizo con Vanosa en 1995.

En 1996 el financiero valenciano Enrique Tatay compra la empresa por 203 millones.

Enrique Tatay (que era presidente de la Asociación de Jóvenes


Empresarios de Valencia) ni siquiera era accionista del grupo. Para comprar la empresa se sirvió de una sociedad suya, Plusvalores, que poseía una opción de compra sobre GEA en pago de un préstamo de 800 millones de pesetas que había realizado a Estudesa.


La Xunta, mediante Manuel Fraga, arbitra las negociaciones para salvar GEA entre la representación empresarial de Estudesa y Plusvalores, el comité de empresa, el Instituto de Crédito Oficial (ICO) y el Ayuntamiento de Vigo. Queda claramente demostrado que GEA sigue siendo una empresa rentable pero que tiene un grave problema de gestión. Su futuro pasa por su patrimonio inmobiliario.


Empieza a tomar forma la necesidad de trasladar las factorías de Vanosa, Santa Clara y Royal China (que ocupan 130.000 metros cuadrados). Con este traslado y previa recalificación del suelo se estima que se podrían sacar entre 4.000 y 5.000 millones de pesetas. Pero GEA, que necesita 2.500 millones, a pesar de la garantía de ese patrimonio inmobiliario, no consigue los avales.


Con todo, a pesar de la compra los salarios de los trabajadores siguen sin pagarse, hasta que en 1997 el grupo cerámico se declara en suspensión de pagos. En febrero de ese mismo año Tatay renuncia como presidente del consejo de administración y como delegado.


La empresa es vendida poco después por 700 millones de pesetas a la familia valenciana Pérez Manglano. Ocuparía el cargo de administrador único de la empresa Rafel Tormo Aguilar, que también dimitiría en diciembre de 2000. Su puesto lo ocupa el hijo del propietario Carlos Pérez Manglano.


En ese período de 1997-2000 las administraciones autonómica y central adquirieron el compromiso de reflotar la empresa y realizaron importantes inversiones y una nueva reducción de la plantilla. En 1998 había 800 trabajadores.


A finales de 2000 la situación no mejora, y GEA acumula una deuda de 8.200 millones de pesetas, de los que 1.000 millones son para los trabajadores por el impago de salarios.

En febrero de 2001 Carlos Pérez Manglano expresa el deseo de abandonar la empresa, por lo que los sindicatos (a excepción de la CIG) piesen en constituir una Sociedad Anónima Laboral (SAL) en el caso de que no hubiera ningún empresario interesado en la empresa. La CIG en cambio quería que la Xunta elaborara un nuevo plan de viabilidad y buscase un nuevo empresario para dirigir la empresa.


Unos 300 trabajadores llegaron a constituir la SAL Alfares de Santa Clara en junio de 2001.

A finales de julio Fenosa corta la luz de las fábricas de Moahsa y Pontesa por falta de pago.


En Octubre la Justicia aprueba la rescisión de 670 contratos de trabajo de GEA, quedándose oficialmente sin trabajadores.


Finalmente en 2001 se produce el cierre definitivo de GEA.


Pero volvamos a 1941.


En aquel año la empresa ya trabajaba en Cabral. Gracias a la buena situación que atravesaba y a la fuerte demanda de producción, surge la necesidad de nuevos espacios de almazenamiento, por lo que se encarga a Francisco Castro Represas y a Pedro Alonso Pérez (que ya llevaba un año trabajando en el estudio del arquitiecto vigués) la construcción de un edificio para almacén.


  
Del proyecto resultante nace la Fábrica de Santa Clara (cuyo nombre se debe a que Santa Clara fue la localidad donde se instaló Manuel Álvarez en su estancia en Cuba), formidable ejemplo de las tesis racionalistas de los años 20 que influyeron en la arquitectura industrial.

Se trata de un prisma de 20 x 60 metros de cuatro alturas situado en el número 380 de la Avda. Ramón Nieto.


El lenguaje racionalista que los dos arquitectos imprimen al edificio se aprecian en la horizontalidad y la alineación de la disposición de vanos, que son interrumpidas por franjas verticales.


La fachada de acceso es simétrica y queda recalcada en un eje por una franja vertical donde se abre un ventanal continuo. Termina con una sobria cornisa que alcanza más altura que el resto de la fachada.

El reloj, con el logotipo del promotor y enmarcado en una semicircunferencia, es el único elemento decorativo de la fachada. Los arquitectos emplearon bloques de hormgón rebocado y pintado en los cerramientos.