El nacimiento del Grupo de
Empresas Álvarez se produjo en 1929 en el centro de Vigo como una fábrica de
cerámica y vidrio, pero sus
antecedentes se remontan a 1922, año en el que nace en el barrio vigués de
Casablanca la sociedad Álvarez y Rey S.L., promovida por Manuel Álvarez, Manuel
Rey y Moisés Álvarez y dedicada a la fabricación de artículos para decoración.
Manuel Álvarez
era natural de Ourense. En 1917 emigró a Sudamérica donde conoció a Clara
O´Farril, cubana de nacimiento y con la que contrae matrimonio. En 1922 viaja a
Vigo y emprende su aventura empresarial.
Pero cinco años más tarde y
después de orientar la empresa a la comercialización de artículos de cristal,
porcelana y loza, Manuel Rey la abandona y la sociedad limitada se disuelve.
Así, nace en 1927 Manuel Álvarez e Hijos S.L. (MAHSA), con un capital social de
700.000 pesetas y que constituyó el primer embrión de lo que posteriormente
sería GEA.
Pero el que
convertiría a esta pequeña empresa en el primer grupo cerámico de España sería
el hijo del fundador de Gea, Moisés Álvarez O´Farril.
Nacido en Cuba, desde muy
pequeño demostró una gran inquietud por los temas cerámicos. Por ese motivo fue
enviado a una de las empresas alemanas más características del sector como aprendiz, donde recibió la información
necesaria del sector.
En 1938 Manuel
Álvarez compró unos terrenos en Cabral para trasladar la industria y ampliar
las instalaciones, ya que las del barrio de Casablanca se habían quedado
pequeñas.
En 1941
comienza la actividad en Cabral con las fábricas de Santa Clara y Vanosa. La
primera se dedicaba a la fabricación de porcelana y la segunda a la fabricación
de envases de vidrio. Esto supuso una auténtica revolución social y económica
para los vecinos de los barrios de Cabral y Lavadores.
La industria va
creciendo y en 1948 se construyen otras dos fábricas, Royal China (que
fabricaría vitrocerámicas) y Casablanca. Las buenas relaciones que tenía Moisés
Álvarez con el régimen franquista y la apertura internacional de España hacen
que la empresa viva sus mejores momentos. Para hacer frente a esta demanda
Moisés Álvarez moderniza sus instalaciones importando equipos y maquinaria.
En 1958 el grupo tenía 21
establecimientos de venta por toda España y en 1963 ese cifra se aumentaría en
34. La empresa no tenía competidoras y crecía sin cesar.
En 1961 se
inaugura la fábrica Alfares de Ponte Sampaio (Pontesa), en Arcade, para la
elaboración de loza. Fue una de las fábricas más modernas del momento. Estaba
completamente electrificada y fue de las primeras en incorporar la
automatización al proceso industrial.
A partir de
1962 comienza la época de mayor bonanza empresarial de GEA. Las fábricas de
Vigo y Pontesa trabajan a pleno rendimiento. La empresa tenía una facturación
de 5.000 millones de las antiguas pesetas y una plantilla de más de 5.000
empleados.
En 1964 se inaugura la
fábrica de calcomanías cerámicas (cromos) Povisa en Vigo. Cuatro años después
abre Vanosa, que fabrica cristal, y en 1969 abre Moahsa, que se dedica a la
elaboración de loza para hostelería, en Coruxo (Vigo). Además la empresa tenía
en Porriño una fábrica de sanitarios y una de loza en Santander.
La competencia
de otras empresas del sector y la bajada de los pedidos hacen que la empresa
fuera perdiendo competitividad y cuota de mercado. La empresa decide acometer
un ajuste de los gastos.
En 1975 fallece
Moisés Álvarez y GEA queda en manos de sus hijos Manuel y Antonio. Ambos
llevaron la empresa a la ruina. Por aquel entonces disponía de unos 3.500
empleados.
Así, en 1976,
el Instituto Nacional de Industria (INI) se hizo cargo de GEA. Las primeras
valoraciones que se hacen de la empresa es que fabrica productos de calidad
pero está pésimamente gestionada.
En 1978 el INI
reducía la plantilla a 2.985 personas y en 1979 las pérdidas de la empresa
habían ascendido a más de 1.334 millones de pesetas.
En 1989 la
cifra de empleados había bajado hasta las 1.718 personas, deshaciéndose de
gente muy cualificada y experimentada.
En 1990, el INI
y el comité de empresa negociaron un plan de viabilidad en el que se fijaban
importantes inversiones para innoviación tecnológica (con una dotación de
hornos de tecnología puntera) y una reducción
del personal, mediante jubilaciones y bajas anticipadas, de los 1.718 obreros
de los que disponía por entonces la empresa a 1.025. En concreto, INI, a través
de Initec, gastó 12.500 millones de pesetas y dejó un saldo de 1.077 millones
en el Banco Exterior de España (BEIX).
Pero sin haber
transcurrido un año de la puesta en marcha del plan de viabilidad, el INI
anunció la intención de privatizar GEA vendiéndola al holding valenciano
Estudesa.
Estudesa era un
grupo valenciano propiedad de Vicente Mata Román y los hermanos Mariano y
Francisco Jiménez Ambel. Se había constituido en 1986. Un año después adquirió
el grupo Invertécnica, que poseía tres sociedades del antiguo grupo de Rumasa
(Pickman, Herraiz e Hispamosa). La gestión de Estudesa fue muy conflictiva y
desencadenó que pronto se deshiciera de Herraiz e Hispamosa.
Esta habilidad
para hacerse con empresas del imperio Rumasa y luego revenderlas o llevarlas a
la quiebra puso en alerta a los trabajadores de GEA. Incluso el BEIX había
denegado un crédito a Estudesa de 50 millones meses antes de hacerse con GEA.
Esto llevó a los trabajadores de GEA a realizar
duras protestas contra los planes de venta del INI. Hicieron una huelga en
junio de 1991 y pararon el tráfico aéreo en el aeropuerto de Peinador. Sin
embargo en octubre de ese mismo año el INI, haciendo oidos sordos, vendió el
90% de GEA a Estudesa. Se llegó a denunciar que el INI había manipulado
informes que desaconsejaban la venta. También se criticaron las condiciones que
se establecieron para la privatización de la empresa. el INE realizó un
saneamiento previo de la empresa dejando un depósito de 840 millones en el BEX
para que los nuevos dueños cubriesen las pérdidas inmediatas. El precio de venta además se fijó en 100 millones de pesetas.
Una
semana después de formalizarse la venta, GEA libró tres talones por 100
millones de pesetas para Pickman, sociedad anónima constituida por los mismos
socios de Estudesa.
El 31 de diciembre de 1992
el 10% de las acciones de la empresa que pertenecían al INI también son
vendidas a Estudesa. En ese momento pasa a ser presidente de GEA Vicente Mata.
Sin embargo, en 1993, por presuntas diferencias con sus socios y con una
indemnización de 300 millones de pesetas, dimite del cargo, pasando
íntegramente la empresa a los hermanos Mariano y Francisco Jiménez Ambel.
El grupo
cerámico vigués acumuló un pasivo de 12.000 millones de pesetas. Se produjeron
regulaciones temporales, reducciones de personal, prejubilaciones, problemas de
pagos, mobilizaciones laborales,... Los sindicatos detectan un vacío en la
gestión de la empresa y exigieron en 1994 a la Xunta que interviniera y
arbitrara la situación de GEA.
Por el camino,
en 1993, los hermanos Ambell separaron la empresa Vanosa del grupo GEA y
solicitaron al BEX un crédito de 450 millones de pesetas. Según una auditoría
encargada por la Xunta ese dinero ni se devolvió ni se ingresó en GEA. La
Asociación de Afectados de GEA denunció el hecho a la Fiscalía de la Audiencia
Provincial de Pontevedra, y es uno de los delitos por los que se imputó a los
compradores del grupo cerámico.
Como los hermanos Ambell no
pagaron el crédito el banco de hizo con Vanosa en 1995.
En 1996 el financiero
valenciano Enrique Tatay compra la empresa por 203 millones.
Enrique Tatay (que era presidente de la Asociación de Jóvenes
Empresarios de Valencia) ni siquiera era accionista del grupo. Para
comprar la empresa se sirvió de una sociedad suya, Plusvalores, que poseía una
opción de compra sobre GEA en pago de un préstamo de 800 millones de pesetas
que había realizado a Estudesa.
La Xunta,
mediante Manuel Fraga, arbitra las negociaciones para salvar GEA entre la
representación empresarial de Estudesa y Plusvalores, el comité de empresa, el
Instituto de Crédito Oficial (ICO) y el Ayuntamiento de Vigo. Queda claramente demostrado
que GEA sigue siendo una empresa rentable pero que tiene un grave problema de
gestión. Su futuro pasa por su patrimonio inmobiliario.
Empieza a tomar forma la
necesidad de trasladar las factorías de Vanosa, Santa Clara y Royal China (que
ocupan 130.000 metros cuadrados). Con este traslado y previa recalificación del
suelo se estima que se podrían sacar entre 4.000 y 5.000 millones de pesetas.
Pero GEA, que necesita 2.500 millones, a pesar de la garantía de ese patrimonio
inmobiliario, no consigue los avales.
Con todo, a
pesar de la compra los salarios de los trabajadores siguen sin pagarse, hasta
que en 1997 el grupo cerámico se declara en suspensión de pagos. En febrero de
ese mismo año Tatay renuncia como presidente del consejo de administración y
como delegado.
La empresa es
vendida poco después por 700 millones de pesetas a la familia valenciana Pérez
Manglano. Ocuparía el cargo de administrador único de la empresa Rafel Tormo
Aguilar, que también dimitiría en diciembre de 2000. Su puesto lo ocupa el hijo
del propietario Carlos Pérez Manglano.
En ese período de 1997-2000 las administraciones autonómica y central adquirieron el compromiso de reflotar la empresa y realizaron
importantes inversiones y una nueva reducción de la plantilla. En 1998 había
800 trabajadores.
A finales de
2000 la situación no mejora, y GEA acumula una deuda de 8.200 millones de
pesetas, de los que 1.000 millones son para los trabajadores por el impago de
salarios.
En febrero de 2001 Carlos
Pérez Manglano expresa el deseo de abandonar la empresa, por lo que los
sindicatos (a excepción de la CIG) piesen en constituir una Sociedad Anónima
Laboral (SAL) en el caso de que no hubiera ningún empresario interesado en la
empresa. La CIG en cambio quería que la Xunta elaborara un nuevo plan de
viabilidad y buscase un nuevo empresario para dirigir la empresa.
Unos 300
trabajadores llegaron a constituir la SAL Alfares de Santa Clara en junio de
2001.
A finales de
julio Fenosa corta la luz de las fábricas de Moahsa y Pontesa por falta de
pago.
En Octubre la
Justicia aprueba la rescisión de 670 contratos de trabajo de GEA, quedándose
oficialmente sin trabajadores.
Finalmente en
2001 se produce el cierre definitivo de GEA.
Pero volvamos a 1941.
En aquel año la
empresa ya trabajaba en Cabral. Gracias a la buena situación que atravesaba y a
la fuerte demanda de producción, surge la necesidad de nuevos espacios de
almazenamiento, por lo que se encarga a Francisco Castro Represas y a Pedro
Alonso Pérez (que ya llevaba un año trabajando en el estudio del arquitiecto
vigués) la construcción de un edificio para almacén.
Del proyecto resultante nace la Fábrica de Santa Clara (cuyo nombre se
debe a que Santa Clara fue la localidad donde se instaló Manuel Álvarez en su
estancia en Cuba), formidable ejemplo de las tesis racionalistas de los años 20
que influyeron en la arquitectura industrial.
Se trata de un
prisma de 20 x 60 metros de cuatro alturas situado en el número 380 de la Avda.
Ramón Nieto.
El lenguaje
racionalista que los dos arquitectos imprimen al edificio se aprecian en la
horizontalidad y la alineación de la disposición de vanos, que son
interrumpidas por franjas verticales.
La fachada de
acceso es simétrica y queda recalcada en un eje por una franja vertical donde
se abre un ventanal continuo. Termina con una sobria cornisa que alcanza más
altura que el resto de la fachada.
El reloj, con el logotipo
del promotor y enmarcado en una semicircunferencia, es el único elemento
decorativo de la fachada. Los arquitectos emplearon bloques de hormgón rebocado
y pintado en los cerramientos.