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domingo, 23 de febrero de 2020

La Isla de Toralla






En un marco incomparable como es el de la ría de Vigo, se sitúa este hermoso archipiélago. En la década de los 60 se permitió la construcción de una torre de 70 metros de altura y más de 30 chalets.



Además la creación de estas viviendas originó la construcción de muros de hormigón para contener los rellenos con los que se cubrieron su zona costera convirtiendo la isla en una artificial plataforma marina. Debajo de las viviendas se encuentran dos yacimientos arqueológicos: un castro de la Edad del Hierro y una necrópolis romana.


El castro, localizado en 1913 en el extremo suroeste de la isla, fue parcialmente excavado en 1970 por Álvarez Blázquez con motivo de la urbanización de la zona y en 1990 por Hidalgo Cuñarro en uno de los escasos solares que aún quedaban por construir. En principio, se trata de un asentamiento esencialmente prerromano (desde el siglo IV a.C. hasta el cambio de era).


La necrópolis, descubierta en 1913 en la zona media de la isla, actualmente ajardinada con un parque infantil, tiene algunos materiales (ladrillos, cerámicas, un estilete de bronce,...) que indican que pertenece a la era romana o tardorromana. Es probable, por tanto, que sea coetánea con el yacimiento de la punta de Toralla, constituyendo quizás el cementerio de los habitantes de la villa. Y es que de aquella la isla estaba unida a la costa por un brazo de tierra creado por la escasa profundidad que había en ese punto.

En la punta de Toralla, entre las playas de O Vao y Canido y frente a la isla de Toralla, hay un yacimiento arqueológico, que corresponde a esa villa romana, conocido popularmente como "Finca Mirambell" que fue objeto de estudio en la década de los 90. La villa constituía una casa de campo con funciones residenciales y productivas, (explotación de los recursos del campo y marinos) cuya cronología corresponde a los siglos III-VI d.C.


Pasaron los años y hasta el siglo XIX no se tiene constancia de la propiedad de la isla. Hasta el año 1836 Toralla perteneció al Monasterio de Celanova. Ese año se produjo la desamortización de Mendizábal, y una vez desamortizada la isla es comprada por el Marqués de Elduayen, de aquella diputado provincial por Pontevedra. Tras la muerte de Elduayen sus familiares deciden vender la isla a la empresa Thenaisie Provote. Esta empresa instala una factoría de salazón de la que hoy aún se conserva la plataforma por la que subían las gamelas para depositar el pescado.

En 1884 se crea la sociedad Cordelera Ibérica, fábrica de cordaje que constituye la primera construcción moderna que se produce en la isla. La industria era de las que hacían la cordelería más larga de Europa, y llegó a tener entre sus socios al político Eugenio Montero Ríos y al fabricante gallego Matías López.

Las naves de Cordelera Ibérica se encontraban en la finca de Mirambell, sobre el yacimiento arqueológico y frente a la Isla de Toralla.


Aquella fábrica, que contaba entre sus promotores a Tomás Mirambell (catalán afincado en Vigo y que aquí ejerció una gran labor para la ciudad) tuvo muchísima importancia. A finales del Siglo XIX era una de las industrias más avanzadas de la ciudad. La planta llegó a contar con 60 operarios. Algunos de ellos eran especialistas ingleses, ya que eran quienes manejaban la maquinaria de vapor y el utillaje más avanzado, que era importado de las Islas Británicas. Se trataba de una factoría moderna y con gran capacidad de producción. Cabe reseñar que en 1889 recibió en la Exposición Universal de París una medalla de oro por la calidad de sus productos. En agosto de 1906 se publica un decreto que permite construir a Mirambell una fábrica de conservas de salazón de pescado, que permanecería en Toralla muchos años.

La Cordelera Ibérica tuvo que cerrar en los primeros años del Siglo XX.  Su materia prima prodecía de la Islas Filipinas. Como en 1898 España pierde la isla, la fábrica tiene que importar la mercancía de otros países, resultando bastante más caro y haciendo que la industria dejara de ser competitiva. Después, Toralla pasó a la familia Lameiro y en 1910 la isla es adquirida por Martín Echegaray.


Echegaray, un vigués enriquecido en Argentina, acogió en la isla a muchos vigueses que estaban dispuestos a promover el tranvía. Una vez instalado el tranvía en Vigo, se sabe que aceptó excursiones a la isla por 2,50 pesetas. A la muerte de Echegaray en 1931, sus descendientes refugiaron en la isla a algún perseguido, caso del maestro y periodista Apolinar Torres (al que fusilarían los franquistas en agosto de 1936) o el industrial Eugenio Fadrique. A su muerte, Martín Echegaray tenía más de un treintena de herederos a los que la empresa Toralla S.A. puso de acuerdo para comprar la isla en 1965.


Se construyeron entonces en la isla numerosos chalets privados. Como sus habitantes querían acceder a sus casas en coche se decidió vender una parcela de la isla a un precio elevadísimo para poder sufragar la construcción de un puente.

Para conseguir grandes beneficios del terreno comprado, se construyó una enorme torre de 70 metros cuya autoría correspondió al gran arquitecto Xosé Bar Bóo. A pesar de las críticas que haya podido sufrir el arquitecto, a su favor se debe decir que decidió asumir el proyecto porque otro alternativo habría constituído una mayor pantalla. Aun así, al final terminó mal con los promotores de aquella obra.


La empresa además consiguió una concesión de la isla de 99 años. Al principio la isla era de uso privado pero una sentencia del Tribunal Supremo dio la razón al Ayuntamiento de Vigo y permitió que los ciudadanos pudieran acceder a las playas.

Hoy la isla que ocupa 5 hectáreas, está dividida en una zona pública y otra privada. La parte pública la forma la playa de arena fina de 200 metros de largo por 20 de ancho. El resto es todo propiedad privada: viviendas y un parque que ocupa un tercio de la isla.

Además de la torre Bar Bóo también fue el autor de algunos de los chalets que pueblan la isla.